Acto Primero
La salida temprana del CCT; la caminata presurosa, y la llegada al Sindicato de Luz y Fuerza. El desconcierto de siempre, y el cansancio de hace un tiempo. Los rumores que corren de boca en boca; las cosas que no pintan bien. Gente y cada vez más gente. La incertidumbre de no saber qué hacer si “algo sucede”. Los patovicas ¿alquilados? Los jubilados ¿amenazados? Los policías ¿excitados? Fumar. Comer. Salivar. Ir de acá para allá. Preguntar. Escuchar. No querer saber más. Mirar el piso y el cielo como si fuesen a responder. Callar. Volver a preguntar. Cambiar de tema infantilmente. Mandar un mensajito. Pensar. Divagar. Sospechar. Volver a prender otro cigarrillo…
La espera en un estado de crueldad absoluta…
Acto Segundo
La cola para poder ingresar. La intención de organizarse y el desorden que parece inminente. La calma colectiva a pesar de las ansiedades individuales. Nerviosismo. Un policía que disfruta del apriete. El tiempo que ahora pasa rápidamente pero uno sigue afuera. Expectativas. Desesperanza. La fe en estado de prueba. Adentro del auditórium somos muchos. Somos cerca de setecientos. Se levanta el telón. Se hace presente la conducción del sindicato. Bla, bla, bla. Se alzan las voces. Opiniones. Pareceres. Diferencias. Algunas insensateces. Por el aire sobrevuela una extraña sensación. Algo ha de ocurrir. Se plantean las mociones…
El estómago se hace un nudo…
Acto Tercero
Manos sudorosas arriba. Silencio. La saliva se hace espesa. El corazón late porque se recuerda que aún se vive. El tiempo se congela y todos se miran. No hay dudas: abrazo de gol. Los aplausos son alas de libertad. Prácticamente todos los telefónicos han rechazado el preacuerdo. Hombres y mujeres aplauden fervorosamente. Hay un griterío contenido por semanas que no se puede controlar. Es sublime. Es casi poético. Es el fervor de haber ejercido un derecho. El derecho a lo justo. Es el pueblo telefónico de Rosario unido bajo un mismo no: “No queremos el preacuerdo”.
Final (a secas)…
La salida temprana del CCT; la caminata presurosa, y la llegada al Sindicato de Luz y Fuerza. El desconcierto de siempre, y el cansancio de hace un tiempo. Los rumores que corren de boca en boca; las cosas que no pintan bien. Gente y cada vez más gente. La incertidumbre de no saber qué hacer si “algo sucede”. Los patovicas ¿alquilados? Los jubilados ¿amenazados? Los policías ¿excitados? Fumar. Comer. Salivar. Ir de acá para allá. Preguntar. Escuchar. No querer saber más. Mirar el piso y el cielo como si fuesen a responder. Callar. Volver a preguntar. Cambiar de tema infantilmente. Mandar un mensajito. Pensar. Divagar. Sospechar. Volver a prender otro cigarrillo…
La espera en un estado de crueldad absoluta…
Acto Segundo
La cola para poder ingresar. La intención de organizarse y el desorden que parece inminente. La calma colectiva a pesar de las ansiedades individuales. Nerviosismo. Un policía que disfruta del apriete. El tiempo que ahora pasa rápidamente pero uno sigue afuera. Expectativas. Desesperanza. La fe en estado de prueba. Adentro del auditórium somos muchos. Somos cerca de setecientos. Se levanta el telón. Se hace presente la conducción del sindicato. Bla, bla, bla. Se alzan las voces. Opiniones. Pareceres. Diferencias. Algunas insensateces. Por el aire sobrevuela una extraña sensación. Algo ha de ocurrir. Se plantean las mociones…
El estómago se hace un nudo…
Acto Tercero
Manos sudorosas arriba. Silencio. La saliva se hace espesa. El corazón late porque se recuerda que aún se vive. El tiempo se congela y todos se miran. No hay dudas: abrazo de gol. Los aplausos son alas de libertad. Prácticamente todos los telefónicos han rechazado el preacuerdo. Hombres y mujeres aplauden fervorosamente. Hay un griterío contenido por semanas que no se puede controlar. Es sublime. Es casi poético. Es el fervor de haber ejercido un derecho. El derecho a lo justo. Es el pueblo telefónico de Rosario unido bajo un mismo no: “No queremos el preacuerdo”.
Final (a secas)…
95 % de rechazo al preacuerdo de Telecom en Rosario
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